15 de abril | Devocional: Hijos e Hijas de Dios | Del pecado a la santidad

«¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al opresor! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda! Vengan, pongamos las cosas en claro —dice el Señor—. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana! ¿Están ustedes dispuestos a obedecer?
¡Comerán lo mejor de la tierra!». Isaías 1:17-19, NBD

DIOS TIENE TODO EL PODER, por la operación del Espíritu que levantó a Cristo de los muertos, transformar el carácter y restaurar la perdida imagen divina a quienes «estaban muertos en sus delitos y pecados» (Efe. 2: 1, RVC). Los que creen en Jesucristo son convertidos de instrumentos rebeldes a siervos obedientes y súbditos de su reino. Nacen de nuevo, regenerados, santificados por la verdad.— The Youth’s Instructor, 7 de febrero de 1895.
El mundo debe ver a Dios en sus seguidores. La vida y la inmortalidad resplandecen por medio de aquellos que son uno con Dios en Cristo. Es nuestro privilegio tener el espíritu de la iluminación y el conocimiento de la sabiduría del cielo. Todos los que poseen este espíritu, no importa qué posición ocupen, humilde o elevada, revelarán en su obra el poder de esta luz y este conocimiento.
Constantemente contemplamos en el que vivió entre los hombres una vida de perfecta obediencia. Mientras más de cerca lo contemplemos, más nos pareceremos a él en carácter, y más eficientes seremos en nuestra obra en favor de los demás. Seremos elevados muy por encima de las perplejidades y las pruebas de esta vida. No disponemos más que de un poco de tiempo a fin de preparamos para la eternidad. […] El yo ha de quedar oculto y únicamente Cristo debe aparecer, lleno de gracia y de verdad. […] El cielo tiene que comenzar en esta tierra. Cuando el pueblo de Dios esté lleno de mansedumbre y ternura, se dará cuenta entonces que el Señor «sobre mí enarboló su bandera de amor» y podrá decir que «dulce a mi paladar es su fruto» (Cant. 2:4,3, NVI). Hará aquí un cielo en el cual se preparará para el cielo de arriba.— Manuscrito 99, 1902.

DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White

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