14 de agosto | Devocional: En los lugares celestiales | El vivir para otros
El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:28.
No debemos vivir para nosotros mismos. Cristo vino a este mundo para vivir por otros: no para ser servido sino para servir. Si os esforzáis para vivir como él vivió, estaréis diciendo al mundo: “Contemplad al Hombre del Calvario”. Por precepto y por ejemplo estaréis conduciendo a otros en el camino de la rectitud.—Manuscrito 11, 1885.
El pecado más difundido que nos separa de Dios y provoca tantos trastornos espirituales contagiosos, es el egoísmo. No se puede volver al Señor excepto mediante la abnegación. Por nosotros mismos no podemos hacer nada; pero si Dios nos fortalece, podemos vivir para hacer bien a otros, y de esta manera rehuir el mal del egoísmo. No necesitamos ir a tierras paganas para manifestar nuestros deseos de consagrarlo todo a Dios en una vida útil y abnegada. Debemos hacer esto en el círculo del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes tratamos y con aquellos con quienes hacemos negocios. En las mismas vocaciones comunes de la vida es donde se ha de negar al yo y mantenerlo en sujeción.
Pablo podía decir: “Cada día muero”. 1 Corintios 15:31. Es esa muerte diaria del yo en las pequeñas transacciones de la vida lo que nos hace vencedores…
Dios impone positivamente a todos sus seguidores el deber de beneficiar a otros con su influencia y recursos… Al obrar por los demás, se experimentará una dulce satisfacción, una paz íntima que será suficiente recompensa… Esto les proporcionará algo más que una recompensa terrenal; porque todo cumplimiento fiel y abnegado del deber es notado por los ángeles, y resplandece en el registro de la vida…
Si deseamos disfrutar de la sociedad celestial en la tierra renovada, debemos ser gobernados aquí por los principios celestiales.—Joyas de los Testimonios 1:244, 245.
DEVOCIONAL: EN LOS LUGARES CELESTIALES
Elena G. de White
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