14 de abril 2025 | Devoción Matutina para Damas 2025 | Cuando el rey murió
«Esto es lo que enseña el glorioso evangelio que el Dios bienaventurado me ha encargado. Doy gracias a aquel que me ha dado fuerzas, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me ha considerado fiel y me ha puesto a su servicio» (1 Timoteo 1: 11-12).
Cuenta el gran historiador Heródoto que cuando un rey de los escitas moría, se llevaba a cabo un rito para honrarlo. Este consistía en enterrarlo con lo mejor de sus armas y posesiones. También estrangulaban a una de sus concubinas, a su copero, a su cocinero, a su criado, a su recadero y a sus mejores caballos. A todos los enterraban junto a él porque se creía que le servirían en la otra vida. Después, algunos de sus súbditos se hacían heridas en el cuerpo, se cortaban un trozo de oreja, se rapaban el pelo, se desgarraban la frente y la nariz y se traspasaban la mano izquierda con saetas.
Pero la cosa no terminaba ahí. Al cabo de un año, tomaban a cincuenta mancebos de los más allegados al rey junto con cincuenta caballos y los estrangulaban.
Jinete y caballo eran puestos alrededor de la tumba para resguardarla, según sus creencias. No es difícil imaginar que nadie quería que el rey muriera especialmente sus más allegados). Excavaciones realizadas en el urde la actual Ucrania han confirmado que huesos de reyes y de sus séquitos seguían en sus tumbas junto a sus tesoros, o a lo que quedaba de ellos (ya que los ladrones encontraron muchas tumbas antes que los arqueólogos).
Cuán contrastantes resultan estos eventos con los acontecidos aquella tarde en el Calvario. El día que el Rey del universo murió, nadie más fue muerto para hacerle compañía. Los ladrones en la cruz, cada uno estaba pagando su condena. Nadie se hizo heridas en el cuerpo, porque él llevó nuestras heridas; nadie se traspasó la mano izquierda, porque ya sus manos y sus pies habían sido traspasados; en la tumba de nuestro Rey no fueron puestos caballos ni objetos de oro, porque él vino con humildad a la tierra y no tenía costosas posesiones. Cuando el Rey murió y resucitó, fue quitada del enemigo la potestad sobre la muerte. Los arqueólogos no podrán encontrar sus huesos en una tumba porque está vacía. ¡Qué maravillosa noticia! Nuestro Rey murió para darnos vida. Prediquemos pues las buenas nuevas de la salvación.
Posdata: Feliz porque me dio vida.
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