13 de octubre 2021 | Devoción Matutina para Adultos 2021 | Nunca te laves las manos
“Palabra fiel: ‘Si alguno anhela obispado, buena obra desea’” (1 Timoteo 3:1).
EN 1 TIMOTEO 3 Pablo presenta las calificaciones para obispos y diáconos. En los tiempos apostólicos, el cargo de obispo era el equivalente de lo que entre nosotros denominamos anciano. Veamos esas cualidades:
1. Irreprensible (vers. 2): Libre de todo mal comportamiento moral.
2. Marido de una sola mujer (vers. 2): No debe practicar ni la poligamia, ni el concubinato, ni el adulterio.
3. Temperante (vers 3): No debe tomar bebidas alcohólicas y tiene que cuidar su cuerpo como templo del Espíritu Santo.
4. Sobrio (vers. 2): Persona prudente y de dominio propio.
5. Hospitalario (vers. 2): Tener un espíritu acogedor.
6. Apto para enseñar (vers. 2). Dispuesto a ser enseñado y capaz de instruir a otros en las verdades de la Palabra, siguiendo el ejemplo del gran Maestro.
7. No violento (vers. 3): no belicoso ni pendenciero, sino de carácter conciliador y pacificador.
8. No avaro (vers. 3): Es decir, no debe amar el dinero.
9. Los hijos del ministro (vers. 5) conviene que demuestren que respetan al padre, por su comportamiento obediente.
10. De buen testimonio (vers. 7). La reputación debe ser de carácter más elevado, de tal manera que merezca el pleno respeto y la confianza de todos, incluso los que no pertenecen a la iglesia.
Un líder religioso es representante de Dios, y eso solo puede ser alcanzado por la gracia, el poder de Dios y una vida totalmente comprometida con Cristo y la misión.
Las autoridades sanitarias recomiendan que nos lavemos las manos con frecuencia, algo indispensable para cuidar la salud. Sin embargo, el mundo vive lavándose las manos, en el sentido de faltarle identidad, integridad y compromiso. Muchos son imitadores de Poncio Pilato. Perciben la verdad de Jesús, pero les falta valor para comprometerse. Pilato se lavó las manos, pero nunca la conciencia. Perdió la gran oportunidad y nos dejó para siempre la triste expresión como símbolo de falta de compromiso, determinación y coraje. También hoy muchos viven lavándose las manos.
¿Acaso no nos lavamos las manos cuando nuestras vidas no reflejan las cualidades
enumeradas por Pablo en este capítulo? ¿No nos lavamos las manos cuando nuestra
vida no está construida en la comunión y gastada en la misión?
Por eso, mientras practicamos
la orden de la OMS (Organización Mundial de la Salud)
de lavarnos constantemente las manos físicas, practiquemos
la divina OMS (Orden del Maravilloso Salvador):
¡No te laves las manos jamás!
Manos generosas son manos poderosas, y manos
que se cierran para orar son manos que se abren para dar.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2021
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