12 de agosto | Una religión radiante | Elena G. de White | El peligro de la jactancia
«Pero ahora se jactan en sus fanfarronerías. Toda esta jactancia es mala». Santiago 4: 16, NVI
SI LA GENTE PUDIERA ver por un instante más allá del alcance de su limitada visión, si pudieran discernir una vislumbre de lo eterno, toda boca dejaría de jactarse — Consejos para los maestros, cap. 9, p. 65.
Es una perversión del espíritu qúe alguien se jacte de sus propias vanas obras y de sus cualidades, tratando de hacer quedar a los demás como inferiores, para exaltarse a sí mismo, pretendiendo más gloria que lo que el frío corazón está dispuesto a dar a Dios. Los discípulos de Cristo siguen las indicaciones del Maestro, que nos ha ordenado que nos amemos unos a otros como él nos amó. […] Quien se ensalza a sí mismo empaña el lustre de sus mejores logros.— Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 221, 600.
El amor se goza de la verdad, y no hace comparaciones envidiosas. Quien está imbuido de amor compara únicamente la belleza de Cristo con su propio carácter imperfecto. […] No hay religión en la entronización del yo. Aquel que hace de la glorificación propia su blanco, se hallará destituido de la única gracia que puede hacerlo eficiente en el servicio de Cristo. Toda vez que se condesciende con el orgullo y la complacencia propia, la obra se echa a perder. […] El deber más humilde, cumplido con honestidad y olvido de sí mismo, es más agradable a Dios que la más grandiosa realización echada a perder por el engrandecimiento propio. […] El jactarnos de nuestros méritos está fuera de lugar.— Palabras de vida del gran Maestro, cap. 28, pp. 332, 331, adaptado.
«Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, pero al altivo mira de lejos». Salmo 138: 6
Mi reflexión personal
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DEVOCIONAL ADVENTISTA
UNA RELIGIÓN RADIANTE
Reflexiones diarias para una vida cristana feliz
Elena G. de White
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