11 de septiembre | Devocional: Alza tus ojos | Mantengan la mirada en alto

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Hebreos 12:1.

Los embajadores de Dios deben ser un ejemplo para el mundo incrédulo y para el rebaño del Señor, en palabras, espíritu y carácter. Deben ser uno en corazón. Cristo oró a su Padre para que esto fuera así, y ellos han de responder esa oración haciendo la voluntad de Dios, amándose unos a otros, valorándose mutuamente; no deteniéndose en los desprecios ni fijándose para encontrar algo que desaprobar.

Si están mirando a Cristo, que es el Autor y Consumador de la fe, no se considerarán a sí mismos con tanta solicitud. Estarán esperando y atendiendo diligentemente para recibir las órdenes del Capitán de su salvación, y no dirán como Pedro: “Señor, y ¿qué de éste? Juan 21:21. No debemos apartar nuestros ojos de Jesús. Debemos recibir constantemente el don de su gracia, el bautismo del Espíritu Santo, o no podremos resistir la tentación ni afirmar las cosas que aún permanecen, que están para morir…

Dios ha asignado a cada hombre su tarea. Cuando El da a su siervo una obra especial que realizar, es una lástima que lleve tantas cargas que Dios no le ha encomendado a él sino a otros, y continúe quejándose y lamentándose.

¿Qué lengua puede expresar, que pluma trazar y revelar los extraordinarios resultados de mirar con corazones fervientes y confiados a Jesús, nuestro Ayudador? “Nosotros todos, mirando a cara descubierta como por un espejo la gloria del Señor, somos transformado de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. 2 Corintios 3:18. ¡Qué magnífica victoria! Mirándole nos transformamos en un ser distinto. Consideremos lo siguiente: nosotros contemplamos y captamos los rayos luminosos en el rostro de Jesucristo. Recibimos tanto como podemos soportar. No nos detengamos para argüir acerca de las circunstancias que nos rodean, pero mantengamos la mirada en Cristo. Por medio del poder transformador del Espíritu Santo llegaremos a ser asimilados a la imagen del Objeto bendito que contemplamos.

Nunca murmuren ni critiquen. Contemplen a Jesús. Su imagen se graba en el alma y se refleja en el espíritu en las palabras y en el verdadero servicio en favor de nuestros semejantes. El gozo de Cristo colma nuestros corazones y así nuestro gozo es completo. Esta es la verdadera religión. Asegurémonos de obtenerla y de ser amables, corteses, de tener amor en nuestra alma. Esa clase de amor es el que fluye con fuerza y se expresa en buenas obras. Es la luz que ha de alumbrar al mundo y hacer que nuestro gozo sea pleno.—Manuscrito 26, del 11 de septiembre de 1889, “Un llamado a la unidad y la armonía”.*

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DEVOCIONAL: ALZA TUS OJOS

Elena G. de White

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