10 de febrero | Devocional: Hijos e Hijas de Dios | La garantía de la vida eterna
«Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad». Apocalipsis 22: 14, RVA
LOS AFECTOS DEL AMANTE de los placeres se desvían de las realidades celestiales a las terrenales. Subordina las glorias de la eternidad a los absorbentes intereses pasajeros. En su deseo de poseer riquezas terrenales, pierde de vista los tesoros celestiales; descuida los requerimientos de la vida eterna, y para esa persona toman preeminencia los intereses de esta vida. […]
Cristo nos presenta un mundo mucho más noble. El nos ofrece los privilegios de la ciudadanía de la «ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Heb. 11: 10). El Señor nos lleva al umbral de lo infinito y nos revela sus glorias, declarándonos que están al alcance de todos los que quieran vivir en armonía con las leyes divinas.
Por medio de la obediencia a las leyes divinas, la familia humana puede llegar a ser una familia unida y feliz en la ciudad de Dios; pero no hay lugar allí para los que no acatan la voluntad del Señor. Todos podemos obtener la vida eterna, pero la alcanzaremos aceptando la ley de Dios como nuestra guía en esta vida en lugar de tratar de seguir nuestras propias inclinaciones. […]
A todos los que quieran practicar un estilo de vida que esté en armonía con las indicaciones del Padre celestial, Cristo les impartirá las virtudes de su vida.— Manuscrito 49, 1907.
El Dios del cielo ha prometido su bendición a los que guardan los mandamientos de Dios.— Manuscrito 12, 1894, (Comentario bíblico adventista, t. 1, p. 1118).
El que ha sido fiel en «lo muy poco» en la tierra, accederá a «lo mucho» (Luc. 16: 10, RVC) en el mundo eterno de gloria.— General Conference Bulletin, pp. 121-122 (1899).
DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White
(1805)
