1 de noviembre | Devocional: La maravillosa gracia de Dios | ¿Salario o don?

La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 6:23.

El Hombre estaba dotado originalmente de facultades nobles y de un entendimiento bien equilibrado. Era perfecto y estaba en armonía con Dios. Sus pensamientos eran puros, sus designios santos. Pero por la desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egoísmo sustituyó al amor. Su naturaleza se hizo tan débil por la transgresión, que le fue imposible, por su propia fuerza, resistir el poder del mal. Fue hecho cautivo por Satanás, y hubiera permanecido así para siempre si Dios no hubiese intervenido de una manera especial. El propósito del tentador era contrariar el plan que Dios había tenido al crear al hombre y llenar la tierra de miseria y desolación.—El Camino a Cristo, 15.

Por naturaleza estamos enemistados con Dios. El Espíritu Santo describe nuestra condición en palabras como éstas: “Muertos en las transgresiones y los pecados” (Efesios 2:1), “la cabeza toda está ya enferma, el corazón todo desfallecido”, “no queda ya en él cosa sana”. Isaías 1:5, 6. Estamos enredados fuertemente en los lazos de Satanás, por el cual hemos “sido apresados para hacer su voluntad”. 2 Timoteo 2:26. Dios quiere sanarnos y libertarnos. Pero, puesto que esto demanda una transformación completa y la renovación de toda nuestra naturaleza, debemos entregarnos a él enteramente.

La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás hayamos tenido. El rendirse a sí mismo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; mas para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios…

Dios no fuerza la voluntad de sus criaturas. El no puede aceptar un homenaje que no se le dé voluntaria e inteligentemente. Una sumisión meramente forzada impedirá todo desarrollo real del entendimiento y del carácter: haría del hombre un mero autómata. No es ése el designio del Creador. El desea que el hombre, que es la obra maestra de su poder creador, alcance el más alto desarrollo posible. Nos presenta la gloriosa altura a la cual quiere elevarnos mediante su gracia.—Ibid. 42, 43.

DEVOCIONAL: LA MARAVILLOSA GRACIA DE DIOS

Elena G. de White

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