4 de septiembre | Hijos e Hijas de Dios | Elena G. de White | El principal campo misionero

«Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor Jesucristo y no a la gente». Colosenses 3: 23, TLA

DIOS NOS HA CONCEDIDO LA VIDA y todas las demás bendiciones que la hacen placentera, y a cambio nos pide nuestro servicio como un acto de gratitud, de amor y de obediencia a su ley. […] El requiere de cada uno de nosotros que dominemos nuestras pasiones, que refrenemos los pensamientos y los actos egoístas, y que no pronunciemos palabras ásperas. ¿Requeriría Jesús ese dominio de nosotros mismos si no redundara en favor de nuestra propia felicidad? No. El Señor desea que cultivemos los rasgos de carácter que darán paz a nuestros corazones y nos capacitarán para iluminar a otros corazones y vidas con la luz del amor, del gozo y del jubiloso contentamiento.
Si estamos verdaderamente convertidos, si somos hijos de Dios, honraremos a nuestros padres; no solamente haremos lo que ellos nos piden, sino que procuraremos descubrir las oportunidades para ayudarles. Al hacerlo, estamos trabajando para Jesús. El considera que todas esas responsabilidades que llevamos y esos actos bondadosos, los realizamos para él. Esa es la clase más importante de obra misionera; y los que son fieles en esos pequeños detalles cotidianos, están adquiriendo una experiencia valiosa. […]
Al emplear nuestro tiempo en algún trabajo útil, cerraremos la puerta a las tentaciones de Satanás. Recordemos que Jesús no vivió para complacerse a sí mismo, y que nosotros debemos asemejamos a él. Hagamos que esto llegue a ser en nosotros un principio religioso, pidámosle a Jesús que nos ayude. Al ejercitamos en ese sentido, nos prepararemos para llegar a ser personas que saben llevar responsabilidades en la causa de Dios. Ejerceremos gran influencia sobre otros, y podremos ganarlos para el servicio de Cristo.— The Youth’s Instructor, 30 de enero de 1884.

DEVOCIONAL ADVENTISTA
HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White

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