3 de septiembre | Exaltad a Jesús | Elena G. de White | Salud para el cuerpo y el alma

Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. 3 Juan 2.

Hay condiciones que deben observar todos los que quieren conservar la salud. Todos deben aprender cuáles son esas condiciones. Al Señor no le agrada que ignoren sus leyes, naturales o espirituales. Hemos de colaborar con Dios para devolver la salud al cuerpo tanto como al alma.
Y debemos enseñar a otros a conservar y recobrar la salud. Para los enfermos, debemos usar los remedios que Dios proveyó en la naturaleza, y debemos señalarles a Aquel que es el único que puede sanar. Nuestra obra consiste en presentar los enfermos y dolientes a Cristo en los brazos de nuestra fe. Debemos enseñarles a creer en el gran Médico. Debemos echar mano de su promesa, y orar por la manifestación de su poder. La misma esencia del Evangelio es la restauración, y el Salvador quiere que invitemos a los enfermos, los imposibilitados y los afligidos a echar mano de su fuerza.
El poder del amor estaba en todas las obras de curación de Cristo, y únicamente participando de este amor por la fe podemos ser instrumentos apropiados para su obra. Si dejamos de ponernos en relación divina con Cristo, la corriente de energía vivificante no puede fluir en ricos raudales desde nosotros a la gente. Hubo lugares donde el Salvador mismo no pudo hacer muchos prodigios por causa de la incredulidad.—El Deseado de Todas las Gentes, 764-765.
El cuerpo debe ser conservado en una condición saludable a fin de que el alma pueda disfrutar de salud. La condición del cuerpo afecta la condición del alma. El que quiere tener fuerza física y espiritual, debe educar su apetito en la dirección debida. Debe ser cuidadoso de no cargar el alma recargando sus facultades físicas o espirituales. La adhesión fiel a los principios correctos en el comer, en el beber y en el vestir, es un deber que Dios ha colocado sobre los seres humanos.
El Señor desea que obedezcamos las leyes de la salud y la vida. El tiene a cada uno de nosostros por responsables de cuidar adecuadamente el cuerpo, a fin de que sea conservado con salud.—El Evangelismo, 193.
En sus milagros el Salvador reveló ese poder que obra continuamente en favor del hombre para sustentarlo y sanarlo. Mediante los agentes naturales, Dios obra día tras día, hora tras hora, momento tras momento, para mantenernos con vida, para fortalecernos y restaurarnos…
El deseo de Dios para cada ser humano se expresa en las palabras: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”…
La verdadera religión y las leyes de la salud van mano en mano.—My Life Today, 135.

DEVOCIONAL EXALTAD A JESÚS
Elena G. de White

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