27 de septiembre | Una religión radiante | Elena G. de White | La alegría de los vencedores

«Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre; en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos”». Apocalipsis 15: 2-3, RV60

ANTES DE ENTRAR EN LA CIUDAD DE DIOS, el Salvador confiere a sus discípulos los emblemas de la victoria, y los cubre con las insignias de su dignidad real. Las huestes resplandecientes son dispuestas en formación en cuadrado alrededor de su Rey, cuya majestuosa estatura sobrepasa en mucho a la de los santos y de los ángeles, y cuyo rostro irradia amorosa ternura. De un cabo a otro de la innumerable hueste de los redimidos, toda mirada está fija en él, todo ojo contempla la. gloria de Aquel cuyo aspecto fue «tan desfigurado que había perdido toda apariencia humana» (Isa. 52: 14, DHH).
Sobre la cabeza de los vencedores, Jesús coloca con su propia diestra la corona de gloria. Cada cual recibe una corona que lleva su propio «nombre nuevo» (Apoc. 2: 17), y la inscripción: «Santidad a Jehová». A todos se les coloca en la mano la palma de la victoria y el arpa brillante. Cuando los ángeles que dirigen dan la nota, todas las manos tañen con maestría las cuerdas de las arpas, produciendo dulce música en ricos y melodiosos acordes. Dicha indecible estremece todos los corazones, y cada voz se eleva en alabanzas de agradecimiento. «Al que nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre, a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos» (Apoc. 1: 5-6).— El conflicto de los siglos, cap. 41, p. 628.

Mi reflexión personal
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DEVOCIONAL ADVENTISTA
UNA RELIGIÓN RADIANTE
Reflexiones diarias para una vida cristiana feliz
Elena G. de White

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