27 de septiembre | Ser Semejante a Jesús | Elena G. de White | Los obreros deben revelar el espíritu de Jesús

La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Romanos 13:12.

Después de que se han hecho los esfuerzos más fervorosos para presentar la verdad ante aquellos a los que Dios ha confiado grandes responsabilidades, no se desanimen si la rechazan. La verdad fue rechazada en los días de Cristo. Estén seguros de mantener la dignidad de la obra con planes bien ordenados y una conversación piadosa.
Nunca teman levantar el estandarte demasiado alto. Las familias que se dedican a la obra misionera debieran acercarse a los corazones. El espíritu de Jesús debiera empapar el alma del obrero. Son las palabras agradables y de simpatía, la manifestación de amor desinteresado por su alma, lo que romperá las barreras del orgullo y del egoísmo y mostrará a los incrédulos que poseemos el amor de Cristo; y entonces la verdad se abrirá camino al corazón. En esto consiste nuestra obra y el cumplimiento del plan de Dios.
Debemos poner de lado toda vulgaridad y aspereza. Debemos estimular la cortesía, el refinamiento y la urbanidad cristiana. Guárdense de ser bruscos y descorteses. No consideren esas peculiaridades como virtudes, porque Dios no las considera así. Esfuércense por no ofender innecesariamente a los que no son de nuestra fe. Nunca hagan, cuando no sea necesario, que los rasgos más objetables de nuestra fe se destaquen de manera prominente. El seguir un curso así, es sólo hacer un daño a la causa.
Todos deben buscar el tener la influencia suavizadora y subyugadora del Espíritu de Dios en el corazón: una ternura y un amor por las almas semejantes al de Cristo. Los que son enviados para trabajar juntos, deben abandonar sus nociones particulares y sus ideas preconcebidas, y tratar de trabajar juntos, con el corazón y el alma, para realizar la voluntad de Dios. Deben planear trabajar en armonía con el fin de trabajar para sacar provecho.
Necesitamos más, mucho más, del Espíritu de Cristo, y menos, mucho menos, del yo y de las peculiaridades de carácter que colocan una pared que nos mantiene separados de nuestros semejantes. Podemos hacer mucho para quebrantar esas barreras, mostrando las gracias de Cristo en nuestra vida. Jesús ha estado confiando sus bienes a la iglesia, siglo tras siglo. Una generación tras otra durante siglos ha estado recogiendo la cantidad cada vez mayor de luz y verdad hasta que las crecientes responsabilidades han pasado a nuestro tiempo… Queremos estar vestidos, no con nuestras propias ropas, sino con toda la armadura de la justicia [278] de Cristo.—The Atlantic Canvasser, 18 de diciembre de 1890.

DEVOCIONAL ADVENTISTA
SER SEMEJANTE A JESÚS
Elena G. de White

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