21 de agosto | Hijos e Hijas de Dios | Elena G. de White

La cruz y la obediencia

«Que los sabios y prudentes entiendan este mensaje:
Los caminos del Señor son rectos, y los justos los siguen; pero los malvados tropiezan en ellos». Oseas 14: 9, DHH

LA MUERTE DE CRISTO había de ser el argumento convincente y eterno de que la ley de Dios es tan inamovible como su trono. […] El hecho de que su propio Hijo, la garantía de la humanidad, no fue escatimado, es un argumento que permanecerá durante toda la eternidad […] ante el universo de Dios, como testimonio de que no excusará al transgresor de su ley.
La muerte de Cristo debería ser el argumento más convincente e irrebatible de que la ley de Dios es tan inmutable como su trono. Las agonías del huerto del Getse- maní, los insultos, las burlas y los ultrajes que se acumularon sobre el Hijo de Dios, los horrores y la ignominia de la crucifixión proporcionan una demostración suficiente y aterradora de que la justicia de Dios, cuando castiga lo hace de verdad. El hecho de que no hiciera una excepción con su propio Hijo […] es un claro testimonio de que el Señor no excusará al transgresor de su ley.
Cada ofensa contra la ley de Dios, por pequeña que sea, se anota en los registros celestiales, y cuando se tome la espada de la justicia, será para realizar sobre el impenitente transgresor la obra que fue hecha sobre el divino Doliente.— Manuscrito 58, 1897 (Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 1184).
Por medio de la justicia imputada de Cristo, el pecador puede sentir que está perdonado, y puede saber que la ley no lo condena ya, porque está en armonía con todos sus preceptos. Es su privilegio considerarse inocente cuando lee de la retribución que sobrevendrá al incrédulo y al pecador, y piensa en ella. Se aferra por fe de la justicia de Cristo, y responde con amor y gratitud al gran amor de Dios manifestado en el don de su Hijo unigénito, que murió para «sacar a luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio» (2 Tim. 1: 10, RVC).
Sabiéndose pecador y transgresor de la santa ley de Dios, el creyente considera la perfecta obediencia de Cristo y su muerte en el Calvario por los pecados del mundo, y tiene la seguridad de que es justificado por la fe en los méritos y en el sacrificio de Cristo. Comprende que la ley fue obedecida en su favor por el Hijo de Dios, y que el castigo de la transgresión no puede caer sobre el pecador creyente.
La obediencia de Cristo reviste al pecador creyente de la justicia que cumple las demandas de la ley.— The Youth’s Instructor, 29 de noviembre de 1894-

DEVOCIONAL HIJOS E HIJAS DE DIOS
Elena G. de White

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