18 de febrero | Devocional: Ser Semejante a Jesús | La ley de Dios es importante para todos los tiempos

Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa. Éxodo 19:5, 6.

Este pacto (Éxodo 19:1-6) es una revelación de la bondad de Dios. El pueblo no la había buscado. No estaban extendiendo sus manos hacia Dios, pero Dios mismo extendió su poderoso brazo, invitándolos a unir sus brazos con el suyo, para que pudiera ser su defensa. Voluntariamente eligió como su herencia a una nación que recién había salido de la esclavitud de Egipto, un pueblo al que había que educar e instruir a cada paso. ¡Qué expresión de la bondad y el amor del Omnipotente!…
Vez tras vez, el Señor permitió que su pueblo fuera llevado a situaciones desesperadas para que, en su liberación, Dios pudiera revelarles su misericordia y su bondad. Si ahora elegían desconfiar de él, podían dudar de la evidencia que estaba ante sus propios ojos. Habían tenido pruebas inconfundibles de que él era el Dios viviente, “fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” Éxodo 34:6. Había honrado a Israel a la vista de todas las inteligencias celestiales. Los condujo hacia él, en una relación de pacto y comunión con él.
Desde su salida de Egipto, los hijos de Israel habían estado tres meses de viaje, y ahora estaban acampados ante el monte Sinaí, donde con una grandiosidad imponente, el Señor habló su ley. No se manifestó en edificios suntuosos hechos por manos humanas, estructuras de diseño humano. Reveló su gloria en un monte alto, un templo de su propia creación. La cumbre del monte Sinaí se elevaba por encima de todos los otros, en una cadena de montañas en el desierto árido. Dios eligió ese monte como el lugar donde se haría conocer por su pueblo.
Apareció en una magnificencia impresionante, y habló con voz audible. Allí se reveló él mismo a su pueblo como nunca lo había hecho en ninguna otra ocasión, mostrándole por eso la importancia de la ley para todas las edades. Dios exige también hoy que guardemos sus mandamientos.—Manuscript Releases, 105, 106.

DEVOCIONAL SER SEMEJANTE A JESÚS
Elena G. de White

(1630)

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