13 de diciembre | Maranata: El Señor viene | Elena G. de White | Las glorias del mundo eterno

Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre. Salmos 16:11.

La gloria del mundo eterno fue abierta ante mí. Os digo que vale la pena ganar el cielo. La aspiración de vuestra vida debiera ser prepararos para relacionaros con los redimidos, los santos ángeles y Jesús, el Redentor del mundo. Si pudiéramos tener aunque sea una vislumbre de la ciudad celestial, jamás desearíamos vivir nuevamente en la tierra. Hay paisajes muy hermosos en la tierra y yo disfruto de todas estas manifestaciones de amor que observamos en la naturaleza. Las relaciono con el Creador. Pero sé que si amo a Dios y guardo sus mandamientos, en el cielo hay un más excelente y eterno peso de gloria reservado para mí.—The Signs of the Times, 8 de abril de 1889.
Esta tierra será purificada con el fuego y será entonces mucho más hermosa. El pasto será de un verde vivo y nunca se marchitará.
Allá habrá rosas, lirios y toda clase de flores. Nunca se ajarán ni se agostarán, ni perderán su belleza y fragancia.
El león, al que tanto tememos aquí, se acostará con el cordero, todo en la tierra nueva será paz y armonía. Los árboles serán derechos y elevados, y no tendrán ninguna deformidad.
Los santos ceñirán coronas de gloria sobre sus cabezas y tendrán arpas de oro en las manos. Tañirán esas arpas de oro, cantarán acerca del amor redentor y elevarán melodías a Dios. Olvidarán las pruebas y los sufrimientos que tuvieron en este mundo, que desaparecerán en medio de las glorias de la tierra nueva.—The Youth’s Instructor, 13 de octubre de 1852.
Todo lo que hay de bello en nuestro hogar terrenal tendría que hacernos pensar en el río de cristal y los verdes prados, los árboles cimbreantes y las fuentes vivas, la ciudad resplandeciente y los cantores vestidos de blanco de nuestro hogar celestial, mundo de hermosura que ningún artista puede representar en el lienzo, y que ninguna lengua mortal puede describir.—MMa, 180.
Represéntese vuestra imaginación la morada de los justos; y recordad que será más gloriosa que cuanto pueda figurarse la más brillante imaginación.—El Camino a Cristo, 86.
El lenguaje humano es inadecuado para describir la recompensa de los justos. Solo podrá ser conocida por los que la contemplen.
Ninguna mente finita puede comprender la gloria del paraíso de Dios.—La Historia de la Redención, 450, 451.

DEVOCIONAL MARANATA: EL SEÑOR VIENE
Elena G. de White

(2014)

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